El silencio se hizo. Ahí estábamos los dos, jugando con la mirada a decirnos palabras de amor. Acercamos nuestros rostros, de tal manera que pudiéramos respirar del aliento que ofrecía el otro.
Tus labios me gritaban silenciosos esa ansia tuya de besarme, así que lo hice. Nos unimos en un momento eterno, buscando con la lengua y con los dientes los puntos sensibles en donde el alma se hace chica y la pasión explota.
Me invitaste a tomar de tu veneno y a infringir la frontera que dibuja tu ropa. Tus manos me guiaron a hacerlo. Tus manos me llevaron ahí en donde el escote guarda celoso el secreto de tus pechos. Me invitaste a tocar tu piel, a sentir tu respiración agitada. Mientras mis manos te dibujaban el cuerpo, tus labios me borraban los secretos, entrando profundo en mis oídos, aliviando mis fobias y mis miedos.
Con la ciudad mirándonos en pleno hacíamos el amor de noche. Yo transgredía las fronteras socialmente convenidas por la ropa, tu me arrancabas con cada beso ese dejo de inocencia que aun guardaba, y juntos firmábamos el contrato del amor mancomunado.
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